El outsider mediático

Aterra ver la naturalidad con la que Álex Kouri busca un ‘vientre de alquiler’. La frescura con la que Yehude Simon le ofrece el suyo. O la rapidez con la que el tránsfuga Barba Caballero le abre las puertas de su partido a Jaime Bayly. Es fácil cambiarse de camiseta porque, como dijo Pilar Nores citando a su aún esposo, “no importa el color del gato sino que cace ratones”.

La cita en realidad es de Deng Xiaoping pero eso a nadie le importa. La autoría de una frase es irrelevante en un medio donde las ideologías y discursos sobran. De lo que se trata es de rostros frescos, caras nuevas, gente ajena a los corruptos partidos de siempre. Y claro, de un fulano que te solucione los problemas (Castañeda dixit). Es lo que Álex Kouri ha definido como ‘pragmatismo’, lo que por supuesto no es más que un cínico desprecio por la búsqueda de coherencia, las ideas, los planteamientos ideológicos y las propuestas a largo plazo. Un desprecio compartido por el grueso de la población, qué duda cabe.

Porque un mudo solo puede liderar las elecciones en un país donde la palabra no vale nada.

Entonces estas candidaturas apolíticas e iletradas se pretenden, evidentemente, independientes. Libres de las trampas verbales, de las promesas de siempre, los cogollos de la partidocracia y de las mafias tradicionales que manejan la clase política. Espontáneas, honestas, frescas en todo el sentido de la palabra. Ya lo vivimos en las elecciones de 1990, cuando elegimos a dos independientes: un outsider de la inteligencia para la alcaldía y un outsider de la honestidad para la presidencia. Otra vez, como entonces, estamos frente a dos elecciones en seguidilla. Un proceso tan largo que sin duda volverá a desgastar a la población, bajar la valla del debate y subir el tono de los ataques.

El lector promedio de este blog se debe estar preguntando en qué momento entrará el raje a los blogs. La respuesta es ‘aquí mismo’. La palabra de los medios está también desprestigiada, y es allí donde el río revuelto se vuelve ganancia de posteadores. Porque los outsiders de los medios tradicionales son también una promesa de renovación, de conexión (wifi) y en línea directa con las demandas del ‘pueblo’ nativo digital. Porque los periodistas ciudadanos son gente como tú y yo. Sufren las mentiras de los grandes medios y han sido excluidos de la gran fiesta informativa. Porque una vez empoderado el outsider mediático difícilmente se distingue del medio argollero o del congresista otorongo (gurú no come gurú). Porque su financiamiento es velado y su funcionamiento es veleta. Evita tomar posturas claras -hay procesos que pueden tomar 200 años- o simplemente las acomoda a las circunstancias confiando en la débil memoria caché de sus lectores. Porque reivindica el populismo de la clickocracia antes que la meritocracia. Menosprecia la autoría intelectual, las fuentes más allá de wikipedia y todo lo que se sospeche ‘elitista’:  su discurso es un mashup, sus propuestas son un copy/paste y su wikiideología se edita en tiempo real (¿qué diferencia finalmente un vientre de un útero de alquiler?)

Pero, sobre todo, porque ni bien tenga la oportunidad abandonará toda mascarada antisistema, todo floro libertario, todo avatar independiente y toda piel de outsider mediático. Y el círculo de insatisfacción y desprestigio volverá a iniciarse.